miércoles, 27 de junio de 2012

EVA: EL PROYECTO (2ª Parte)



El tema (por Kike Maíllo)

El género de ciencia-ficción normalmente formula preguntas que proponen nuevas reglas del juego, nuevos mundos. Esos mundos de fantasía, en ocasiones utópicos, en otras distócicos, suelen invitarnos a la reflexión. Cuando empecé a darle vueltas a la idea de realizar una película de ciencia ficción con trasfondo robótico llegué a la conclusión de que lo que más me interesaba era reflexionar sobre la relación entre humanos y máquinas: ¿es posible que los humanos nos lleguemos a sentir tan atraídos o tan próximos a las máquinas, por perfectas y por parecidas a nosotros, que podamos llegar a establecer lazos emocionales tan poderosos como con otros humanos? ¿Se dará en algún momento, en un futuro cercano o lejano, la posibilidad de que nos podamos enamorar o querer a una máquina aun sabiendo que se trata de un emulador? ¿Cómo afectarán esas "nuevas" relaciones a las "viejas" relaciones con humanos? ¿Se dará un fenómeno de progresiva sustitución?

A partir de estas cuestiones nace la trama de Eva. Alex quiere crear un robot tan sofisticado que sea capaz de robar el corazón de una persona.


Un mundo fantástico (por Kike Maíllo)

Realizar una película fantástica implica crear un universo ajeno, distinto al que todos conocemos. Así que pronto tuvimos que empezar a imaginar cómo nos gustaría que fuese el mundo de Eva. Particularmente, andaba hastiado de las propuestas apocalípticas de muchas películas futuristas que describen un mundo oscuro, pantanoso, donde la violencia campa a sus anchas. Desde mi punto de vista, es más interesante plantear un ambiente que, sin llegar a ser perfecto, propusiese una correcta convivencia entre civilización y naturaleza. Por esa razón, el bosque, la montaña y la nieve está tan presentes en la película, dando lugar a una especie de universo ecofuturista.

En esta idea de crear un futuro ligeramente optimista, intentamos también crear un universo en el que se hubiera sabido recuperar o mantener lo bueno del pasado. Algo similar a lo que sucede en nuestros hogares, en los cuales es fácil encontrar utensilios, muebles o prendas de vestir de hace 15, 20 ó 30 años. No nos interesaba recrear un futuro completamente innovador o hightech, ya que queríamos que el público se sintiese como en casa. Así pues, a ese universo de ecofuturismo intentamos añadir también la idea de retrofuturismo.

Creíamos que, con estos dos conceptos, conseguiríamos aproximar el género de la ciencia ficción a un público mucho más amplio, a toda esa gente que le incomoda imaginarse el futuro como algo totalmente distinto, como un lugar excesivamente extraño en el que no se siente identificado. Intentamos, precisamente, generar el efecto contrario propio del género, estableciendo una base muy cercana y reconocible para el espectador introduciendo el condicional. ¿Cómo sería nuestra vida ahora mismo si tuviéramos un robot pululando por casa?

Con la intención de crear ese universo cercano a la vez que innovador recuperamos las formas, las líneas y la estética de un tiempo pasado, concretamente, en la década de los 70 y primeros 80. La película nos habla de la vuelta al hogar de Alex, por tanto, de la nostalgia. Y, para mí, la etapa más nostálgica es la de mi niñez, que coincide con esos finales de los 70 y principios de los 80. Es una época con una estética muy atractiva y en las que, además, se hizo un cine brillante del que es deudor esta película.


El Entorno (por Kike Maíllo)

Eva transcurre entre montañas nevadas. Una de las razones por las cuales escogimos esos paisajes es porque la nieve resulta exótica para gran parte de nuestro público. Cuando preparaba la película, que combina ese lado frío de la ciencia ficción con una gran parte sentimental, pensé que el tono debía resultar cercano, pero el paisaje podía situarse en un contexto que no fuese del todo familiar. Quizá, de haber sido sueco, la película no se hubiese rodado jamás en la nieve, sino en la playa.


Por ello evitamos también rodar en la nieve de alta montaña, la única que conocemos aquí. Nos propusimos rodar en una estepa nevada, en prados y llanuras nevadas al estilo de las que uno imagina en Canadá o en Nueva Inglaterra (EE.UU). Afortunadamente, encontramos ese tipo de escenario muy cerca de casa, a apenas una hora de vuelo, en la fría estepa suiza de la zona francesa. Concretamente rodamos en Chaux-de-Fonds, en Suiza, y en Panticosa, provincia de Huesca. Esos lugares fantásticos se adecuaban perfectamente a lo que buscábamos, tal y como puede verse en los planos aéreos que rodamos en la película.

Que el ambiente externo fuese tan frío obligaba a que los interiores fueran muy cálidos. La idea de hogar suele ser más evidente cuanto mayor es la diferencia de temperatura entre exterior e interior. De ahí que yo defina Eva como una película hecha con nieve y madera.

Los interiores de la casa de Alex y de su laboratorio se reconstruyeron en un plató en la ciudad de Barcelona. Y, tan sólo la secuencia final se rodó en un lugar cálido: la isla de Tenerife.

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